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martes, 2 de agosto de 2022

La dura cara de la pobreza en Miami. La otra postal de EEUU que no se vé.

 En Florida, la ciudad de Miami nunca duerme; y aunque se pensaría que es a causa de la eterna fiesta latina que predomina, podría ser una pesadilla causada por los estragos que emergen de una economía quebrantada

La revista Forbes una vez clasificó a la ciudad como la más miserable para habitar, en el país de Mickey Mouse y el Tío Sam. ¿Por qué? Por sus crímenes violentos, su elevada tasa de desempleo, ejecuciones hipotecarias, impuestos salariales y a la vivienda, el precio de sus casas, la corrupción de sus gobernantes y hasta el tiempo de traslado en sus autopistas, pues dice, ese tipo de trivialidades pueden llegar a ser un factor determinante para un número significativo de personas que viven en la pobreza.

Fuente: Imagen de Kasun Chamara en Pixabay

Incluso el clima y el desempeño de los equipos deportivos de la ciudad fueron considerados por la reconocida publicación de negocios para evaluarla. Lamentablemente, ni su envidiable sol ni sus millonarios Marlins, Miami Heat y Dolphins pudieron evitar que encabezara tan penoso puesto entre las 200 ciudades analizadas.

En realidad son pocos los inmunes a la crisis que la mayoría sufrimos. Como los etílicos ricachones que se divierten en los 12 bares, restaurantes y centros nocturnos. Mientras algunas personas construyen complejos de al menos $20 millones de dólares en una isla privada, el 75% de los miamenses gana menos de $75,000 al año.

Para acabarla, Miami, mapa de millonarias y espectaculares mansiones, es considerada también la 6ta ciudad con las casas más devaluadas del país, pues según estadísticas inmobiliarias, al menos 364 mil propiedades han entrado ya en proceso de ejecución hipotecaria.

Condones y chalecos antibalas

No es que quiera hablar la ciudad donde vivo, pero hay que aceptar que además de ser la atractiva Capital del Sol, lo es también del mortal Sida.  Se dice que sólo en la ciudad de Miami 1 de cada 100 personas que nos topamos a diario, tomando, bailando o sosteniendo relaciones sexuales entre ellas en una noche de juerga, son VIH positivos y a nivel estatal estamos igual: Florida es la tercera entidad con más personas contagiadas con el mal.


En todas partes, es lo mismo

Hay personas a las que les confunde el hecho de que “Miami” tenga dos alcaldes. Es más, alguien me decía hace poco: ¿Y por qué hay otro alcalde para la playa? Ahí les va la explicación: Una cosa es el condado Miami-Dade, que abarca a Miami y a sus ciudades conurbadas, cada una con su propio alcalde; y otra cosa es Miami, que tiene su edil, así como tiene el suyo la ciudad de Miami Beach (la popular zona turística separada del centro de Miami tan solo por un puente).

En Miami se vive bien o no se vive. Es la brecha entre la miseria y la opulencia, donde el 22% de sus habitantes ha perdido el trabajo y apenas puede salir adelante gracias a la ayuda por desempleo que les otorga el gobierno, o por las estampillas que les da para comprar comida para sus hijos; es un Infierno con olas en los meses de verano; y es la mesita de lámina donde los ancianos remojan sus penas en café con leche y juegan dominó, entre pláticas de su Cuba querida y una que otra carcajada, imaginando que su pensión les alcanzará para cubrir las necesidades básicas del mes.

Éste es el Miami que no viene incluido en los paquetes de viaje. Tristemente, ya no es lo que era antes, una ciudad que nos hacía sentir a sus habitantes como si viviéramos unas vacaciones perpetuas, saludando con sus lagos, áreas verdes y el colorido cielo en sus ocasos lo que ningún salario podría pagar.

Por Juan García Alejandro

martes, 26 de julio de 2022

El día que Estados Unidos derribó un avión de línea comercial con 290 pasajeros a bordo

El 3 de julio de 1988 es un día que Irán recuerda como una jornada de duelo nacional. Aun en medio de la sangrienta guerra con Irak, que por esos años devastaba a ambos países, el derribo del vuelo 655 de la aerolínea Iran Air a manos de la Marina de Estados Unidos, con un saldo de 290 muertos, conmocionó al país, inoculándolo de una desconfianza primaria por todo lo que haga Washington.

 
A mas de 30 años del incidente, el diario Kayhan International, uno de los que cultiva la línea más dura dentro del país persa, escribió: "No importa la cantidad de disculpas que se den, que, por otra parte, Washington nunca ha ofrecido, ni Teherán espera que se realicen, nada borrará los amargos recuerdos de este hecho ruin".

“Este espantoso crimen quedó grabado en la memoria del valiente pueblo de esta tierra, y nunca será olvidado", afirmó en un parte de prensa Bahram Ghasemi, el vocero del ministerio de Relaciones Exteriores. Para las máximas autoridades del país, la salida de EE.UU. de no hacer pactos solo confirma lo que incidentes como el derribo del vuelo 655, al que hay que sumarle el golpe de estado de 1953 conducido por la CIA, ya lo hacían sospechar: es imposible confiar en Washington

¿Error o acto malicioso?


 
© Proporcionado por Arte Gráfico Editorial Argentino S.A. FILE

El ataque al vuelo 655 se dio luego de un incidente al que la Marina de Estados Unidos se refiere como Operación Mantis religiosa. Consistió en un combate naval entre ambos países en el Golfo Pérsico, en el marco de la guerra entre Irán e Irak que se desarrolló a lo largo de la década del 80. 

La batalla se dio luego de que el portaaviones Samuel B. Robertson hiciera estallar una mina, que EE.UU. luego acusó a Irán de haber colocado en los canales de navegación que Washington intentaba mantener abiertos para que los barcos petroleros de Kuwait pudieran seguir operando con normalidad. 

A partir de ese momento, Estados Unidos se dedicó a patrullar más intensamente los canales de navegación, mientras que la Guardia Revolucionaria iraní también circulaba por la zona.

En la madrugada del 3 de julio de 1988, el portaaviones USS Vincennes mandó un helicóptero a despejar botes iraníes que, según EE.UU., hostigaban a los barcos comerciales de la zona.

De acuerdo a la versión oficial, los iraníes le dispararon al helicóptero, y el portaaviones empezó a perseguirlos. Un dato que se conoció en los últimos años, y que EE.UU. había negado por décadas, es que durante esta persecución, el USS Vincennes entró sin autorización en aguas iraníes.

Mientras este combate se llevaba a cabo, el vuelo 655 de Iran Air levantaba vuelo rumbo a Dubai, en los Emiratos Árabes Unidos, una ruta que la aerolínea venía realizando 2 veces por semana, a lo largo de los últimos 20 años. 


La explicación dada por la Marina estadounidense luego del ataque fue que confundieron a la aeronave con un avión de combate F14 iraní, a pesar de que el portaaviones contaba con tecnología de punta y profesionales militares que le hubiera permitido identificar fácilmente la naturaleza del avión. 

Estados Unidos afirmó que el USS Vincennes hizo 11 advertencias por radio, según ellos por diferentes frecuencias, aunque algunas versiones sostienen que solo lo hicieron por un canal de frecuencia militar, y no por la frecuencia de aviación civil. El misil, que alcanzó a la aeronave a aproximadamente 4 mil metros de altura, lo partió al medio y mató en el acto a todos quienes se encontraban a bordo. 

Secuelas de largo alcance

La muerte de las 290 personas a bordo, de las cuales 66 eran niños, caló hondamente en la sociedad iraní. A modo de homenaje, las autoridades colocaron una parte de los féretros de madera frente al parlamento en Teherán, para que la población pudiera darles un último adiós. A cambio de que Irán retirara su denuncia de la Corte Internacional de Justicia, Estados Unidos accedió a un pago de poco más de 131 millones de dólares como indemnización. 

Luego de la tragedia, la Casa Blanca ofreció sus condolencias, pero el presidente Ronald Reagan afirmó que eran medidas necesarias dado el contexto en el que se encontraban.

Una de las razones principales de que el resquemor en Irán se mantenga tiene que ver con el hecho de que Washington premió a los involucrados.

El capitán del USS Vincennes William C. Rogers eventualmente recibiría la Legión de Mérito, una distinción militar que se da a aquellos individuos que demostraron conducta excepcional en el cumplimiento de su deber. 

Sin una investigación a fondo sobre la cuestión, es posible que nunca se sepa la verdad sobre lo ocurrido. En tanto esto no ocurra, la posibilidad de que haya sido un acto deliberado por parte de la Marina estadounidense para demostrarle a Irán que era capaz de todo con tal de defender su flota, tal como afirmó el especialista militar ruso Yuri Liamin en el sitio Sputnik News, seguirá siendo una posible interpretación de lo que sucedió. 
Fuente: AP

lunes, 25 de julio de 2022

¿ Quien domina al Mundo ?

 Cuando preguntamos “¿Quién gobierna el mundo?” normalmente asumimos la convención general de que los actores de los asuntos internacionales son los estados, principalmente las grandes potencias, y valoramos sus decisiones y las relaciones entre ellos. No es una consideración errónea. Sin embargo, haríamos bien en no olvidar que este grado de abstracción también puede ser sumamente engañoso.



Los Estados, obviamente, poseen unas estructuras internas complejas, y las opciones y decisiones que toman los responsables políticos están muy influenciadas por la acumulación interna de poder, mientras que la población en general a menudo queda marginada. Esto sucede incluso en las sociedades más democráticas, y obviamente en las demás. No podemos obtener una imagen realista de quién gobierna el mundo si ignoramos a los “amos de la humanidad” como los llamó Adam Smith: en su época, los comerciantes y fabricantes de Inglaterra; en la nuestra, los conglomerados de empresas multinacionales, las grandes instituciones financieras, los imperios comerciales y similares. Continuando con Smith, es conveniente asimismo prestar atención a “la vil máxima” a la que se entregan los “amos de la humanidad”: “Todo para nosotros y nada para los demás” —doctrina, por otra parte, conocida como una lucha de clases encarnizada e incesante, a menudo desigual, muy perjudicial para los ciudadanos del país de origen y del mundo.
Las grandes corporaciones tienen un enorme poder dentro de los Estados, de los cuales dependen
En el orden mundial contemporáneo, las instituciones de los amos detentan un enorme poder, no solo en el ámbito internacional, sino también dentro de sus propios estados, de los que dependen para conservar su poder y obtener apoyo económico a través de una gran variedad de medios. Cuando examinamos el papel que desempeñan los amos de la humanidad, nos encontramos con las prioridades de las políticas estatales del momento, como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés), uno de los acuerdos que defienden los derechos de los inversores, erróneamente calificados como “acuerdos de libre comercio” en la propaganda y en las crónicas. Estos acuerdos se están negociando en secreto, aparte de los cientos de abogados corporativos y grupos de presión que están redactando los detalles cruciales. La intención es aprobarlos al estilo estalinista, recurriendo a procedimientos de vía rápida diseñados para bloquear cualquier debate y permitir únicamente optar por el sí o el no (por lo tanto, sí). Los autores de las propuestas suelen triunfar, como es de esperar. La gente queda en segundo plano, con las consecuencias que cabe prever.

La segunda superpotencia

Los programas neoliberales de la generación anterior han concentrado la riqueza y el poder en muchas menos manos, minando la democracia efectiva; sin embargo, también han suscitado oposición, especialmente en Latinoamérica, aunque también en los centros del poder mundial. La Unión Europea (UE), uno de los avances más prometedores del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, se ha tambaleado a causa del nocivo efecto de la austeridad durante la recesión, condenada incluso por los economistas del Fondo Monetario Internacional (si bien no por los actores políticos del FMI). La democracia ha sido socavada cuando la toma de decisiones se ha trasladado a la burocracia de Bruselas, con los bancos del norte proyectando su sombra sobre sus reuniones.
La toma de decisiones se ha trasladado a la burocracia de Bruselas. Esto ha socavado la democracia
Los partidos tradicionales rápidamente han ido perdiendo miembros por la derecha y por la izquierda. El director ejecutivo de EuropaNova, grupo de investigación con base en París, atribuye el desencanto general a “un clima de impotencia y enfado al ver cómo el poder real para moldear la coyuntura ha pasado en buena parte de los líderes políticos nacionales [que, al menos en principio, están sujetos a las políticas democráticas] al mercado, las instituciones de la Unión Europea y las corporaciones”, de un modo bastante acorde con la doctrina neoliberal. En Estados Unidos se están desarrollando procesos muy similares, por razones en cierto modo parecidas, una cuestión relevante y motivo de preocupación no solo para el propio país sino, a causa del poder de EE. UU., para el mundo.
La creciente oposición al asalto neoliberal subraya otro aspecto crucial de la convención general: deja de lado a los ciudadanos, que se niegan a aceptar el papel de “espectadores” (en vez del de “participantes”) que les asigna la teoría democrática liberal. Esta desobediencia siempre ha sido motivo de preocupación para las clases dominantes. Si nos ceñimos a la historia norteamericana, George Washington veía a la gente común que integraba las milicias que estaban bajo su mando como “personas excesivamente sucias y desagradables [que evidenciaban] una inexplicable estupidez entre su clase más baja”.
Los ciudadanos se niegan a aceptar el papel de espectadores que les asigna la teoría democrática liberal
En "Políticas Violentas", su magistral repaso de las insurgencias desde “la insurgencia norteamericana” hasta las contemporáneas en Afganistán e Iraq, William Polk concluye que el general Washington “estaba tan deseoso de dejar al margen [a los combatientes que despreciaba] que estuvo a punto de perder la Revolución”. De hecho, “podría haberlo hecho” si Francia no hubiera intervenido de forma masiva para “salvar la Revolución”, que hasta entonces había sido ganada por las guerrillas —que ahora llamaríamos “terroristas”— mientras el ejército al estilo británico de Washington “era derrotado una vez tras otra y casi pierde la guerra”.

Una característica común de las insurgencias victoriosas, recoge Polk, es que, una vez que se disuelve el apoyo popular tras el triunfo, los líderes suprimen a la “gente sucia y desagradable” que realmente ha ganado la guerra con tácticas de guerrilla y terror, por miedo a que cuestionen los privilegios de clase. El desprecio de las élites hacia “las clases más bajas” ha adoptado varias formas a lo largo de los años. Últimamente, una expresión de este desprecio es la llamada a la pasividad y obediencia (“moderación en democracia”) por parte de los internacionalistas liberales que reaccionan ante los peligrosos efectos democratizadores de los movimientos populares de la década de 1960.

En ocasiones los Estados realmente escogen seguir la opinión pública, lo cual produce mucha ira en los centros de poder. Un caso extremo tuvo lugar en 2003, cuando la administración de Bush invitó a Turquía a que se uniera a su invasión de Iraq. El noventa y cinco por ciento de los turcos se opusieron a dicha actuación y, para asombro y horror de Washington, el gobierno de Turquía acató su opinión. Turquía fue vehementemente condenada por alejarse de este comportamiento responsable. El subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz, designado por la prensa como el “idealista en jefe” de la administración, reprendió a las fuerzas armadas turcas por permitir dicha infracción del gobierno y solicitó una disculpa. Impasibles ante estas muestras, e infinidad de otras, de nuestra legendaria “ansia de democracia”, los comentarios respetables continuaban alabando al presidente George W. Bush por su dedicación a la “promoción de la democracia”, o a veces le criticaban por su ingenuidad al creer que un poder exterior podía imponer sus ansias de democracia a otros.
El apoyo a la Guerra de Iraq apenas llegaba al 10% según encuestas internacionales
La ciudadanía turca no estaba sola. La oposición mundial a la agresión de EE. UU.-Reino Unido era abrumadora. El apoyo a los planes de guerra de Washington apenas alcanzaban el 10% en prácticamente todas partes, según las encuestas internacionales. La oposición desencadenó enormes protestas en todo el mundo, también en los Estados Unidos, probablemente era la primera vez en la historia que se protestaba enérgicamente contra una agresión imperial incluso antes de que se iniciara oficialmente. En la portada del New York Times, el periodista Patrick Tyler señalaba que “puede que aún queden dos superpoderes en el planeta: los Estados Unidos y la opinión pública mundial”.

La protesta, sin precedentes en los Estados Unidos, fue una manifestación de la oposición a la agresión que empezó décadas atrás con la condena a las guerras de EE. UU. en Indochina, que alcanzaron gran magnitud e influencia, aunque fuera demasiado tarde. En 1967, cuando el movimiento en contra de la guerra se estaba convirtiendo en una fuerza importante, el historiador militar y especialista en Vietnam Bernard Fall advirtió de que “Vietnam como entidad histórica y cultural… esta amenazado de extinción … [ya que] el campo se muere literalmente bajo los embates de la maquinaria militar más grande que jamás se haya lanzado en una zona de ese tamaño”.
La invasión de Iraq podría haber sido peor sin la oposición ciudadana
Sin embargo, el movimiento antimilitarista devino una fuerza que no podía ignorarse. Tampoco podía ignorarse cuando Ronald Reagan asumió su cargo decidido a lanzar un ataque en Centroamérica. Su gestión imitó fielmente los pasos que John F. Kennedy había dado 20 años antes cuando inició la guerra contra Vietnam del Sur, pero tuvo que dar marcha atrás a causa de la fuertes protestas públicas que no habían tenido lugar a comienzos de la década de 1960. El ataque fue suficientemente horrible. Las víctimas todavía no se han recuperado. Sin embargo, lo que ocurrió en Vietnam del Sur y después en toda Indochina, donde “el segundo superpoder” no impuso sus impedimentos hasta bien iniciado el conflicto, fue incomparablemente peor.
A menudo se argumenta que la enorme oposición pública a la invasión de Iraq no tuvo ningún efecto. Me parece una idea incorrecta. De nuevo, la invasión fue suficientemente horrorosa, y sus consecuencias absolutamente grotescas. No obstante, podría haber sido mucho peor. El vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el resto de los altos funcionarios de Bush no habrían podido siquiera plantearse la posibilidad de aplicar el tipo de medidas que el presidente Kennedy y el presidente Lyndon Johnson adoptaron 40 años antes sin apenas protestas.

El poder de Occidente bajo presión

Habría mucho más que añadir, por supuesto, acerca de los factores que determinan la política estatal y que se dejan de lado cuando adoptamos la convención general de que los Estados son los actores en los asuntos internacionales. Sin embargo, con unas salvedades tan poco triviales como estas, de todas maneras, vamos a admitir la convención, al menos como una primera aproximación a la realidad. De este modo, la pregunta de quién gobierna el mundo nos llevan inmediatamente a otras preocupaciones como el ascenso al poder de China y cómo pone en entredicho a Estados Unidos y “el orden mundial”, la nueva guerra fría que se cuece en Europa del Este, la Guerra Mundial contra el Terrorismo, la hegemonía estadounidense y el declive estadounidense, y una serie de consideraciones análogas.
Desde el final de la Guerra Fría, el abrumador poder de las fuerzas armadas de EE. UU. ha sido la realidad central de la política internacional
Los retos que afronta el poder occidental a comienzos de 2016 los resume de una forma muy útil Gideon Rachman, columnista jefe de política exterior del Financial Times londinense. Empieza repasando la imagen occidental del orden mundial: “Desde el final de la Guerra Fría, el abrumador poder de las fuerzas armadas de EE. UU. ha sido la realidad central de la política internacional”. Esto es especialmente crucial en tres regiones: Asia Oriental, donde “la armada de los EE. UU. se ha acostumbrado a tratar el Pacífico como un ‘lago estadounidense’”; Europa, donde la OTAN —es decir, Estados Unidos, que “representa unas asombrosas tres cuartas partes del gasto militar de la OTAN”— “garantiza la integridad territorial de sus estados miembros”; y Oriente Medio, donde las gigantescas bases navales y aéreas de EE. UU. “existen para asegurar las alianzas e intimidar a los rivales”.
El problema del orden mundial hoy, continúa Rachman, es que “estos sistemas de seguridad actualmente se encuentran en entredicho en las tres regiones” debido a la intervención de Rusia en Ucrania y Siria, y a que China está haciendo que sus mares cercanos pasen de ser un lago estadounidense a unas “aguas claramente controvertidas”. La cuestión fundamental de las relaciones internacionales es, de este modo, si Estados Unidos debería “aceptar que otras potencias importantes tengan algún tipo de zona de influencia en sus vecinos”. Rachman cree que debería hacerlo, por razones de “dispersión del poder económico en el mundo —combinado con simple sentido común”.
Hay, sin duda, formas de mirar el mundo desde distintos puntos de vista. Sin embargo, vamos a centrarnos en estas tres regiones, ciertamente de vital importancia.

Los retos actuales: Asia Oriental

Empezando por “el lago estadounidense”, algunas cejas podrían levantarse ante el informe de mediados de diciembre de 2015 que afirmaba que “un bombardero B-52 estadounidense en misión rutinaria sobre el mar de la China Meridional voló de forma no intencionada a menos de dos millas náuticas de una isla artificial construida por China, dijeron altos funcionarios de defensa, agravando una cuestión de gran controversia entre Washington y Pekín”. Aquellas personas familiarizadas con la siniestra historia de los 70 años de la era de las armas nucleares serán perfectamente conscientes de que este es el tipo de incidente que a menudo se ha acercado peligrosamente a desatar una guerra nuclear total. No hace falta ser defensor de las acciones agresivas y provocadoras de China en el mar de la China Meridional para darse cuenta de que dicho incidente no implicaba a un bombardero chino con capacidad para arrojar bombas nucleares en el Caribe, o frente a la costa de California, donde China no tiene intenciones de establecer un “lago chino”. Por suerte para el mundo.

Los líderes chinos entienden muy bien que las rutas comerciales marítimas de su país están rodeadas de potencias hostiles desde Japón hasta el estrecho de Malaca y más allá apoyadas por la abrumadora fuerza militar de EE. UU. Por consiguiente, China está iniciando una expansión hacia el oeste con importantes inversiones y maniobras cuidadosas orientadas hacia la integración. En parte, estos proyectos se hallan dentro del marco de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), de la que forman parte los estados de Asia Central y Rusia, y a la que pronto se unirán India y Pakistán con Irán como uno de los países observadores —un estatus que se le negó a Estados Unidos, al cual se le instó a cerrar todas las bases militares en la región. China está construyendo una versión modernizada de las antiguas rutas de la seda, con la intención no sólo de integrar la región bajo su influencia, sino también de alcanzar Europa y las regiones productoras de petróleo de Oriente Medio. Está invirtiendo enormes sumas en la creación de un sistema comercial y energético asiático integrado, con una extensa red de líneas de ferrocarril de alta velocidad y oleoductos.

Un elemento del programa es una autopista a través de algunas de las montañas más altas del mundo hasta el nuevo puerto de Gwadar en Pakistán, construido por China, que protegerá los cargamentos de petróleo de la potencial interferencia de EE. UU. El programa también puede estimular, y así lo esperan China y Pakistán, el desarrollo industrial en Pakistán, el cual los Estados Unidos no han acometido pese a la enorme ayuda militar, y también podría suponer un incentivo para que Pakistán tome medidas drásticas contra el terrorismo nacional, un grave problema para China en la provincia occidental de Xinjiang. Gwadar formará parte del “collar de perlas” de China, las bases que se están construyendo en el Océano Índico con fines comerciales, pero además para un potencial uso militar, con la expectativa de que China algún día sea capaz de proyectar su poder hasta el Golfo Pérsico por primera vez en la era moderna.

Todos estos movimientos permanecen inmunes al abrumador poder militar de  Washington, falto de aniquilación por una guerra nuclear, que también destruiría a los Estados Unidos.
La Organización de Cooperación de Shangai, liderada por China, podría convertirse en un equivalente a la OTAN
En 2015, China también estableció el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés), siendo el mayor accionista. Cincuenta y seis naciones participaron en la inauguración que tuvo lugar en Pekín en junio, entre los que se encontraban aliados de los EE. UU. como Australia, Gran Bretaña y otros, que se incorporaron a él desafiando los deseos de Washington. Los Estados Unidos y Japón no estuvieron presentes. Algunos analistas creen que el nuevo banco podría llegar a ser un competidor para las instituciones de Bretton Woods (el FMI y el Banco Mundial), en las que los Estados Unidos tienen derecho a veto. Hay ciertas expectativas de que la OCS llegue a convertirse en un equivalente de la OTAN.

Los retos actuales: la Europa del Este

En cuanto a la segunda región, la Europa del Este, se está gestando una crisis en la frontera de la OTAN con Rusia. No es un asunto menor. En su esclarecedor y acertado estudio académico sobre la región, "Frontline Ukraine: Crisis in the Borderlands", Richard Sakwa escribe —algo muy plausible— que la “guerra entre Rusia y Georgia de agosto de 2008 en efecto fue la primera de las ‘guerras para frenar la expansión de la OTAN’; la crisis de Ucrania de 2014 es la segunda. No está claro si la humanidad sobreviviría a una tercera”.

Occidente ve la expansión de la OTAN como algo benigno. No es de sorprender que Rusia, junto con la mayoría del hemisferio sur, tenga una opinión diferente, al igual que algunas voces occidentales destacadas. George Kennan ya advirtió que la expansión de la OTAN es un “trágico error”, y se le unieron veteranos estadistas estadounidenses en una carta abierta a la Casa Blanca en la que lo describían como “un error político de proporciones históricas”.
Estadistas estadounidenses definieron la expansión de la OTAN como un error político de proporciones históricas
La crisis actual tiene sus orígenes en 1991, con el fin de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética. Había entonces dos visiones contrastadas de un nuevo sistema de seguridad y política económica en Eurasia. En palabras de Sakwa, una era la visión de una “‘Europa más amplia’ con la UE como centro, pero cada vez más cercana a la seguridad euroatlántica y la comunidad política; y por otro lado [estaba] la idea de una ‘Gran Europa’, una visión de una Europa continental, que abarca desde Lisboa a Vladivostok, que tiene múltiples centros, incluidas Bruselas, Moscú y Ankara, pero con el objetivo común de superar las divisiones que tradicionalmente han atormentado al continente”.La respuesta de occidente al hundimiento de Rusia fue triunfalista. Se celebró como un signo del “fin de la historia.”

El líder soviético Mikhail Gorbachov fue el mayor defensor de una Gran Europa, un concepto que también había tenido raíces europeas en el gaullismo y otras iniciativas. No obstante, cuando Rusia se derrumbó bajo las devastadoras reformas comerciales de la década de 1990, esta visión se desvaneció y solo se recobró cuando Rusia empezó a recuperarse y a buscar un lugar en el panorama mundial bajo el gobierno de Vladimir Putin, quien, junto con su compañero Dmitry Medvedev, en repetidas ocasiones ha “llamado a la unificación geopolítica de toda la ‘Gran Europa’ desde Lisboa a Vladivostok, para crear una auténtica ‘asociación estratégica’”.

Estas iniciativas fueron “recibidas con cortés desdén”, escribe Sakwa, se consideraron “poco más que una tapadera para establecer una ‘Gran Rusia’ de manera furtiva” y un esfuerzo por “abrir una brecha” entre Norteamérica y Europa Occidental. Estas inquietudes nos retrotraen al miedo que existía en los inicios de la Guerra Fría de que Europa pudiera convertirse en una “tercera fuerza” independiente tanto de las grandes superpotencias como de las pequeñas, y tendiera a estrechar lazos con las últimas (lo cual podemos ver en la Ostpolitik de Willy Brandt y otras iniciativas).
Gorbachov era partidario de una Gran Europa de Lisboa hasta Vladivostok
La respuesta de occidente al hundimiento de Rusia fue triunfalista. Se celebró como un signo del “fin de la historia”, la victoria final de la democracia capitalista occidental, casi como si se le estuviera ordenando a Rusia que volviera a su estatus anterior a la Primera Guerra Mundial como una colonia económica virtual de occidente. La expansión de la OTAN se inició de inmediato, violando las garantías verbales que se le habían dado a Gorbachov de que las fuerzas de la OTAN no se trasladarían ni “un centímetro hacia el este” después de que este accediera a que la Alemania unificada pudiera convertirse en miembro de la OTAN —una extraordinaria concesión desde una perspectiva histórica. Dicha conversación se ceñía a Alemania del Este. La posibilidad de que la OTAN pudiera extenderse más allá de Alemania no se comentó con Gorbachov, aunque se considerada en privado.

Al poco tiempo, la OTAN empezó a avanzar hasta las fronteras de Rusia. La misión general de la OTAN modificó de forma oficial su cometido para proteger las  “infraestructuras vitales” del sistema de energía mundial, las vías marítimas y las conducciones, y se le otorgó una zona de operaciones de ámbito mundial. Además, bajo una revisión crucial de Occidente de la ahora ampliamente proclamada doctrina de “responsabilidad para proteger”, radicalmente diferente de la versión oficial de O.N.U., la OTAN ahora también puede servir como fuerza de intervención bajo las órdenes de EE. UU.

Especialmente preocupantes para Rusia son los planes de ampliar la OTAN hasta Ucrania. Estos planes se trazaron explícitamente en la cumbre de la OTAN que tuvo lugar en Bucarest en abril de 2008, cuando a Georgia y Ucrania se les prometió un eventual ingreso en la OTAN. La redacción no daba lugar a dudas: “la OTAN da la bienvenida a las aspiraciones euroatlánticas de Ucrania y Georgia para ingresar en la OTAN. Hoy hemos acordado que estos países serán miembros de la OTAN”. Con la victoria en 2004, con la “Revolución Naranja”, de los candidatos pro-occidentales en Ucrania, el portavoz del Departamento de Estado Daniel Fried se desplazó rápidamente hasta allí y “subrayó el apoyo de EE. UU. a las aspiraciones de Ucrania respecto a la OTAN y euroatlánticas”, tal y como reveló un informe de WikiLeaks.

Las inquietudes de Rusia son fáciles de entender. John Mearsheimer, especialista en relaciones internacionales, las ha descrito en el principal periódico de EE. UU., Foreign Affairs. Escribe que “la raíz principal de la crisis actual [relativa a Ucrania] es la expansión de la OTAN y el compromiso de Washington de apartar a Ucrania de la órbita de Moscú e integrarla en occidente”, que Putin consideró como “una amenaza directa a los intereses fundamentales de Rusia”.

“¿Quién puede culparle?” pregunta Mearsheimer, señalando que “a Washington puede no gustarle la posición de Moscú, pero debería entender la lógica que hay detrás”. No debería entrañar ninguna dificultad. Después de todo, como todo el mundo sabe, “Estados Unidos definitivamente no tolera que las grandes potencias lejanas desplieguen su ejército en cualquier parte del hemisferio occidental, mucho menos en sus fronteras”.
No hace falta observar los movimientos y motivos de Putin con buenos ojos para entender la lógica detrás de ellos
De hecho, la postura de los EE. UU. es mucho más firme. De ningún modo tolera lo que oficialmente se denomina “el desafío triunfante” de la Doctrina Monroe de 1823, que declaró (pero que todavía no podría aplicar) el control del hemisferio por parte de EE. UU.. Y un país pequeño que lleva a cabo dicho desafío triunfante podrá ser objeto de “los terrores de la tierra” y un embargo aplastante —tal y como le ocurrió a Cuba. No es necesario preguntarnos cómo habría reaccionado Estados Unidos si los países de Latinoamérica se hubieran unido al Pacto de Varsovia, habiendo planes de que México y Canadá también se unieran. La mínima sospecha de que se daban los primeros pasos en esa dirección habría “concluido con unos perjuicios extremos”, por emplear la jerga de la CIA.
Como en el caso de China, no hace falta observar los movimientos y motivos de Putin con buenos ojos para entender la lógica detrás de ellos, ni para comprender la importancia de entender dicha lógica en vez de manifestar imprecaciones en su contra. Como en el caso de China, hay mucho en juego, llegando hasta —literalmente— cuestiones de supervivencia.

Los retos actuales: el mundo islámico

Centrémonos ahora en la tercera región de mayor preocupación, el (en gran parte) mundo islámico, también escenario de la Guerra Mundial contra el Terrorismo (GWOT, por sus siglas en inglés) que George W. Bush declaró en 2001 tras el ataque terrorista del 11 de septiembre. O más exactamente, re-declaró. La GWOT fue declarada por el gobierno de Reagan cuando asumió el cargo, con una enfebrecida retórica sobre una “plaga propagada por depravados enemigos de la civilización” (como dijo Reagan) y un “regreso a la barbarie en la época moderna” (en palabras de George Shultz, su secretario de estado). La GWOT original se ha eliminado silenciosamente de la historia. Rápidamente se convirtió en una guerra terrorista homicida y destructora que afligía a Centroamérica, Sudáfrica y Oriente Medio, con consecuencias espantosas para el presente, que incluso derivó en la condena a los Estados Unidos por parte de la Corte Internacional de Justicia (que Washington desestimó). En cualquier caso, no es la historia adecuada para la Historia, así que ha desaparecido.
La Guerra contra el Terrorismo original se ha eliminado silenciosamente de la historia
El éxito de la versión Bush-Obama de la GWOT puede ser evaluada fácilmente en una observación directa. Cuando se declaró la guerra, los objetivos terroristas se restringieron a una pequeña parcela del Afganistán tribal. Estaban protegidos por afganos, que en su mayor parte les detestaban o despreciaban, bajo el código tribal de la hospitalidad —que desconcertó a los estadounidenses  cuando los campesinos pobres rechazaron “entregar a Osama bin Laden por la, para ellos, astronómica cantidad de 25 millones de dólares”.

Hay buenas razones para creer que una actuación policial bien orquestada, o incluso unas negociaciones diplomáticas serias con los talibanes, podrían haber puesto en manos estadounidenses a los sospechosos de los crímenes del 11 de septiembre para someterlos a juicio y sentenciarlos. Sin embargo, estas opciones no estaban sobre la mesa. En su lugar, la elección reflexiva fue la violencia a gran escala —no con el objetivo de derrocar a los talibanes (que vino después), sino para dejar claro el desprecio de los EE. UU. hacia las tentativas de ofrecimiento talibán de una posible extradición de Bin Laden. No sabemos hasta qué punto estos ofrecimientos eran serios, ya que la posibilidad de investigarlos nunca se contempló. O quizá Estados Unidos únicamente trataba “de intentar enseñar músculo, anotarse una victoria y asustar a todo el mundo. No les importa el sufrimiento de los afganos o el número de personas que perderemos”.
Negociaciones políticas serias con los talibanes podrían haber puesto en manos estadounidenses a los sospechosos del 11S
Tal era la opinión del muy respetado líder anti-talibán Abdul Haq, uno de los muchos opositores que condenó la campaña de bombardeos que los estadounidenses lanzaron en octubre de 2001 como “un gran revés” para sus esfuerzos por derrocar a los talibanes desde dentro, un objetivo que creían a su alcance. Su opinión está confirmada por Richard A. Clarke, que era presidente de Grupo de Seguridad contra el Terrorismo en la Casa Blanca bajo el gobierno del presidente George W. Bush cuando se hicieron los planes para atacar Afganistán. Tal y como Clarke describe la reunión, cuando fueron informados de que el ataque violaría las leyes internacionales, “el presidente gritó en la angosta sala de reuniones: ‘No me importa lo que digan las leyes internacionales, vamos a patearles el trasero'”. El ataque también encontró la absoluta oposición de las organizaciones humanitarias más importantes que trabajaban en Afganistán, que advirtieron de que millones de personas estaban a punto de morir de hambre y que las consecuencias podían ser horrendas. Las consecuencias para un Afganistán pobre años después deberían ser revisadas

El siguiente objetivo del mazo era Iraq. La invasión de EE. UU.- Reino Unido, absolutamente sin pretexto verosímil, es el mayor crimen del siglo XXI. La invasión provocó la muerte de cientos de miles de personas en un país donde la sociedad civil ya había sido aplastada por las sanciones estadounidenses y británicas que fueron consideradas “genocidas” por los dos distinguidos diplomáticos internacionales encargados de administrarlas, y que dimitieron en protesta por este motivo. La invasión también generó millones de refugiados, en gran parte destruyó el país e instigó un conflicto sectario que ahora está desgarrando Iraq y toda la región. Es un dato asombroso de nuestra cultura moral e intelectual que en medios ilustrados y círculos informados se pueda llamar, suavemente, “la liberación de Iraq”.
La invasión de Iraq, sin pretexto verosímil, es el mayor crimen del siglo XXI
Sondeos del Pentágono y el Ministerio británico de Defensa descubrieron que solo un 3% de los iraquíes consideraba legítima la función protectora de EE. UU. en su vecindario, menos del 1% creía que las fuerzas de “coalición” (EE. UU.-Reino Unido) eran buenas para su seguridad, el 80% se oponía a la presencia de las fuerzas de coalición en el país, y una mayoría apoyaba los ataques sobre las tropas de coalición. Afganistán ha sido destruida más allá de toda posibilidad de encuestas fiables, pero hay indicadores de que algo similar puede estar ocurriendo allí. Particularmente en Iraq, Estados Unidos sufrió una derrota aplastante, abandonó sus objetivos de guerra oficiales y dejó el país bajo la influencia del único vencedor, Irán.

El mazo también se empleó en otros lugares, particularmente en Libia, donde las tres potencias imperiales tradicionales (Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos) obtuvieron la resolución 1973 del Consejo de Seguridad y la incumplieron al instante, convirtiéndose en las fuerzas aéreas de los rebeldes. El efecto fue un debilitamiento de la posibilidad de una solución negociada y pacífica; el incremento drástico de las víctimas (por al menos un factor de 10, según el científico político Alan Kuperman); dejar Libia en ruinas en manos de las milicias en guerra; y, más recientemente, proporcionar al Estado Islámico una base que puede emplear para extender el terror más allá. Las propuestas diplomáticas bastante razonables de la Unión Africana, aceptadas en principio por Muamar el Gadafi de Libia, fueron ignoradas por el triunvirato imperial, como analiza el especialista en África Alex de Waal. Un enorme flujo de armas y yihadistas ha extendido el terror y la violencia desde el África Occidental (ahora el campeón de asesinatos terroristas) hasta el Levante, al tiempo que el ataque de la OTAN también enviaba una oleada de refugiados de África a Europa.

Un triunfo más de la “intervención humanitaria” y, tal y como revelan las largas y a menudo terribles crónicas, no demasiado inusual, volviendo a sus modernos orígenes de hace cuatro siglos.

miércoles, 20 de julio de 2022

El hombre que mandó a matar a Jaime Roldós, Confesiones de un sicario económico

 


Un dia 24 de Mayo de 1981, fue asesinado Jaime Roldós Aguilera, el Presidente de los ecuatorianos. Previamente, recibió amenazas de multinacionales petroleras con asiento en Houston, Texas, así como hostiles señalamientos del gobierno de Ronald Reagan, indignado por su  política de derechos humanos y su firme condena a las dictaduras instauradas en el continente bajo el manto sangriento  del Pentágono y la CIA.

Simultáneamente, en el Ecuador la derecha bramaba contra el joven mandatario de orientación izquierdista, con León Febres-Cordero a la cabeza, convertido en abanderado de la conspiración que llevaban adelante aquellos que Roldós  motejó como “patriarcas de la componenda”. Muerto Roldós, subió a sentarse plácidamente sobre su cadáver el vicepresidente Osvaldo Hurtado Larrea, quien inició su ejercicio comprando a Israel una flotilla de aviones Kfir que Roldós se había negado a comprar, supuestos sobreprecios escandalosos.

El magnicidio en el que pereció el Presidente, su esposa Martha Bucaram Ortiz, el ministro de Defensa Marco Aurelio Subía, la esposa de este y los cinco tripulantes fue un atentado orquestado por la CIA, con la participación del narcotraficante panameño Manuel Noriega y la confabulación del alto mando militar ecuatoriano. Decadas después del horrendo crimen, ni concluyeron las investigaciones parlamentarias ni se sancionó a nadie.

Tampoco se investigó la extraña muerte o desaparición de campesinos de la zona donde el avión estalló en el aire, ni los sucesivos accidentes aéreos en que perecieron importantes oficiales de la FAE que cumplieron actividades clave ese fatídico día o se involucraron luego en las indagaciones, como el capitán Rodrigo Bueno y el mayor Sergio Bayas. El misterio y la impunidad encubren hasta hoy la macabra historia.

Muchos políticos y medios de comunicación han divulgado siempre desde entonces la versión del “accidente”,  con lo que se pretende desvirtuar el magnicidio. Por su parte, Jaime Galarza publicó al año del suceso, en 1982, su libro “Quiénes mataron a Roldós”,  un exhaustivo análisis del magnicidio, con documentos y testimonios irrefutables, que nadie ha podido desmentir; y lo hizo bajo amenaza y un juicio que luego lo entabló un tal Almeida Urrutia, ahora fallecido.

Cabe aquí una anécdota. Cuando el ex presidente Rafael Correa Delgado dejó el Ministerio de Economía, en la presidencia de Alfredo Palacio, fue invitado a un almuerzo en Machala, al que concurrió también Jaime Galarza. Como nota introductoria a la tertulia, el ex Presidente comentó: -Jaime, tú tienes razón con ese libro: Jaime Roldós fue asesinado.

-¿Por qué lo dices?

-Porque vengo de Estados Unidos. Allá leí el libro del norteamericano John Perkins “Confesiones de un gangster económico”, en el que sostiene que la CIA mató al presidente ecuatoriano. Esta convicción  de Rafael Correa no debería concluir allí. La Asamblea Nacional y las autoridades pertinentes deberían reactivar la investigación sobre el magnicidio, para que algún día se acabe la impunidad eterna que rige en el Ecuador desde la “Hoguera Bárbara”, y para que no se repita nunca mas


RESUMEN EJECUTIVO DEL LIBRO

En su texto, John Perkins presenta un panorama claro de cómo Estados Unidos se convirtió en una de las naciones más poderosas del mundo, haciendo pronósticos económicos falsos en los países del Tercer Mundo y manipulando a sus líderes corruptos. 

Perkins fue contratado como economista por una compañía constructora con el fin de que convenciera a los países del Tercer Mundo a pedir cuantiosos préstamos al Banco Mundial y que, de este modo, quedaran endeudados durante años. Pero no sólo quedarían endeudados económicamente, sino que se les haría pagar la deuda a través de favores que beneficiarían a Estados Unidos, tales como: bases militares, votos favorables en las Naciones Unidas y acceso a los recursos naturales. 

Esta es la historia de John Perkins, un sicario económico. Un sicario económico Los sicarios económicos son profesionales muy bien remunerados que engañan a países de todo el mundo. Su trabajo consiste en desviar dinero a través de organizaciones como el Banco Mundial, la Agencia norteamericana para la ayuda Internacional (USAID) y otras agencias similares controladas por Estados Unidos, hacia grandes corporaciones y hacia un puñado de familias pudientes que controlan los recursos naturales. 

Las herramientas de estos sicarios incluyen reportes financieros fraudulentos, elecciones compradas, extorsión, sexo y asesinatos. Con esto, han convertido a Estados Unidos de una república respetable, en un imperio que infunde miedo. 

Aunque el sicariato económico no es un fenómeno nuevo, toma dimensiones preocupantes en estos tiempos de globalización. 1963-1971: Nace un sicario económico John Perkins no siempre estuvo acostumbrado a la vida de ricos y poderosos. Era hijo de un profesor de idiomas y de una maestra de latín en una escuela de Hanover, Hampshire. 

Poco se imaginaban sus padres que Perkins había nacido para alcanzar grandes logros. Los padres de Perkins siempre estuvieron faltos de dinero, pero nunca se consideraron pobres. Estaban decididos a que Perkins recibiera una buena educación a toda costa, y fue así como este entró a Tilton, una exclusiva preparatoria donde daba clases su padre. Sus condiscípulos provenían de familias adineradas que poseían mansiones. 

Lamentablemente, a Perkins le costó adaptarse. Pero en vez de rebelarse contra sus padres por haberlo enviado a una escuela en la que no podía socializar, decidió destacarse academicamente y en otras actividades. 

Esto le valió becas para estudiar en dos prestigiosas universidades: Brown y Middlebury. Escogió esta última, donde habría de conocer a dos de las personas que más influyeron en su vida. Una de estas personas era Farhad, hijo de un general iraní que trabajaba en ese momento como consejero del Sha. Farhad le enseñó a Perkins las habilidades sociales que este habría de aplicar más adelante en su carrera como sicario económico: beber, festejar, socializar e ignorar la autoridad. 

Esta vida despreocupada le costó su beca a Perkins, y Farhad pronto fue botado de Middlebury. Ambos decidieron vivir en un apartamento en Boston, donde Perkins comenzó a trabajar en un diario local, el Sunday Advertiser. 

La otra persona que Perkins conoció antes de dejar la universidad fue su esposa, Ann, de quien había estado enamorado desde la infancia.

 Después de casarse, el tío de Ann, Frank, que trabajaba en la National Security Agencie (NSA) (la agencia de espionaje menos conocida de Estados Unidos), ayudó a John a escapar del servicio militar convenciéndolo de que aplicara a la NSA. 

Tras pasar el examen, recibió una oferta para comenzar a entrenarse como espía tan pronto se graduara. Sin embargo, John y Ann se inscribieron en las Fuerzas de Paz. Y, poco después, fueron enviados a Ecuador. La pareja partió a Suramérica con la bendición del tío Frank. Este alentó a Perkins para que aprendiera bien el español local, porque lo necesitaría más adelante. 

Además, le explicó que aprender el idioma sería importante en caso de que decidiera entrar a las filas de la NSA. Fue en Ecuador donde Perkins conocería a quien lo impulsaría a convertirse en un sicario económico. Einar Greve, entonces vicepresidente de Ehas T. Main Inc. (MAIN), llegó a Ecuador en 1970. Einar conoció a Perkins y, como sabía que había pasado los exámenes de la NSA, lo alentó a aplicar a MAIN. El principal negocio de MAIN era la ingeniería, y uno de sus principales clientes, el Banco Mundial, estaba necesitado de economistas. 

En particular, necesitaban economistas capaces de determinar la viabilidad de ciertos contratos que MAIN estaba negociando. A los 26 años y sin un diploma universitario esta era una oferta muy jugosa. 

Así que Perkins aceptó el trabajo sin saber a ciencia cierta en qué se estaba metiendo. Entonces Perkins tomó un curso rápido en economía y pasó horas en la Biblioteca Nacional de Boston, leyendo sobre los países que visitaría y evaluaría. Aparte, Perkins recibió un entrenamiento especial por parte de Claudine, que era una consultora de MAIN. 

Este entrenamiento especial era clandestino, todas las sesiones eran confidenciales y ni siquiera le contó nada al respecto a su esposa. Claudine convirtió a Perkins en uno de los primeros sicarios económicos del país. 

Fue ella quien le enseñó lo que debía hacer: debía justificar ingentes préstamos internacionales para financiar a MAIN y a otras compañías estadounidenses similares. Su trabajo era hacer que estos países quedaran en bancarrota ofreciéndoles préstamos que nunca podrían pagar; así que estarían en deuda con sus acreedores para siempre. 

Estos países deudores tendrían entonces que devolver favores: admitir bases militares, dar su voto en las Naciones Unidas y facilitar el acceso al petróleo y otros recursos. Un sicario económico, explicaba Claudine, es una persona a la que se le paga bien para que engañe a otros países y ayude a Estados Unidos a crear un imperio global. 

Primera misión: Indonesia Perkins fue enviado a Indonesia junto a once colegas para comenzar sus tareas. Perkins se vio envuelto por primera vez en las vicisitudes de su trabajo: hacer pronósticos que fueran lo suficientemente creíbles como para convencer a Indonesia de que debía invertir en infraestructura que mejorara su industria petrolera y energética. Era una píldora difícil de tragar y en Perkins surgían muchas interrogantes. 

Claramente, la motivación para formar parte de esta conspiración era la ambición y el interés personal. Perkins se dio cuenta de que no estaba haciendo nada para ayudar a estos países pobres. Pero también sentía que no tenía otra opción más que cumplir con su cometido. 

Después de todo, ya estaba comprometido con este negocio. El lema de la compañía era: “Una vez que entras, te quedarás de por vida”. Así que su pronóstico fue exitoso e Indonesia decidió pedir un préstamo para ampliar su infraestructura; una decisión que sumiría al país en una deuda durante años. 

Dado su excelente desempeño, Perkins fue ascendido en 1972 a director. Sus superiores creían que se esforzaba de más en su trabajo, pero la realidad era que se esforzaba para olvidar la naturaleza de su trabajo. 

Así soportaba una situación que no le agradaba. 1971-1975: El Inquisidor Gracias a su nuevo cargo de director, Perkins conoció a líderes de envergadura como el presidente del Banco Mundial, Robert McNamara. Además, se codeó con políticos populares y socializó con los círculos más cerrados de su industria. 

Panamá Luego fue asignado a Panamá, para cumplir con uno de los mayores proyectos de MAIN en esa época: convencer al país para que le diera a Estados Unidos el control sobre el Canal de Panamá. Así pues, Perkins entabló amistad con el entonces presidente de Panamá, el carismático Omar Torrijos. Torrijos era popular en su país por apoyar causas nacionalistas. 

También tenía la intención de convertir a Panamá en un país independiente y floreciente. Torrijos le hizo saber a Perkins que no estaba de acuerdo con el imperialismo del gobierno estadounidense. Además, le dijo que él sabía cuál era la misión de Perkins y sus colegas. Así que le propuso un plan que beneficiaría no sólo a Estados Unidos, sino también a Panamá. 

Esto le pareció a Perkins lo correcto. Panamá mejoraría su infraestructura con MAIN, pero bajo la condición de que el gobierno estadounidense no la forzaría a ceder su control sobre el Canal. 

Durante años, Perkins se aseguró personalmente de que este acuerdo se siguiera al pie de la letra, y esto fortaleció su amistad con Torrijos. En 1973, Perkins fue ascendido de nuevo. Y continuó creando el “imperio” con MAIN, viajando a todos los rincones del planeta mientras aprendía sobre Asia, Latinoamérica y el Medio Oriente. Arabia Saudita 

Un año después, fue asignado a Arabia Saudita, donde jugó un papel preponderante para convencer a la Casa de Saud de que invirtiera miles de millones de dólares provenientes de las ganancias petroleras en valores estadounidenses que le permitieran al Departamento del Tesoro utilizar los intereses para contratar compañías estadounidenses que desarrollaran la infraestructura saudita. 

Era una oportunidad como ninguna otra en la historia: un país completamente sub-desarrollado, con capacidad financiera ilimitada, y grandes deseos de entrar en la era moderna. 

Según la evaluación que presentara Perkins, todo el mundo se beneficiaría de la construcción de sistemas eléctricos, autopistas, puertos, entre otras obras. A cambio, Estados Unidos prometió que garantizaría la permanencia de la familia real en el gobierno - promesa que ha mantenido hasta hoy en día. 

El éxito de esta operación serviría como modelo de otras operaciones, especialmente en países petroleros 1975-1981 Gracias a su continuo éxito en MAIN, Perkins logró ser socio en 1975. Fue el socio más joven de que se tenga noticia. Además, recibió el título de Gerente de Economía y Planificación Regional. 

Este nuevo cargo le abrió muchas puertas, y pronto daría muchas conferencias, incluyendo Harvard. Por otra parte, publicó varios artículos muy influyentes, que validaron sus conocimientos de economía. Pero a medida que ascendía en la corporación, Perkins entendía mejor la terrible verdad tras los negocios que lo habían hecho rico y poderoso. Irán 

En otro de sus viajes, Perkins tuvo la oportunidad de reencontrarse con su viejo amigo. Farhad estaba en Irán y había oído mucho sobre el éxito de Perkins como economista. Sin embargo, Farhad le recomendó a su amigo que saliera de Irán porque pronto estallaría la guerra. Ambos volaron a Roma el día siguiente, donde Perkins se encontraría con el padre de Farhad, el general iraní que había sido consejero del Sha. 

Según el general, el Sha no duraría mucho más y sería expulsado de Irán. Asimismo, culpó a las ciegas políticas de Estados Unidos, sus líderes corruptos y gobiernos despóticos por sembrar la discordia en el Medio Oriente. 

Finalmente, predijo que si Estados Unidos continuaba imponiendo sus políticas, todo empeoraría. De hecho, en 1979, el Sha salió y los iraníes atacaron la embajada estadounidense, secuestrando 52 personas. Colombia Arabia Saudita e Irán (por su petróleo) y Panamá (por su canal), son casos especiales. Colombia, por otra parte, era un caso más común. En ese país, MAIN diseñó y liderizaba un gigantesco proyecto hidro-eléctrico. 

Como en otros países, el rol de Perkins fue convencer a Bogotá que necesitaban préstamos increiblemente grandes para financiar proyectos de infraestructura, transporte y electricidad. Amigos que habían vivido años allá le dijeron que la mayoría de los supuestos terroristas y narcotraficantes no eran más que campesinos tratando de proteger a sus familias y hogares de gente como Perkins, que sólo habían traído destrucción. 

La renuncia Todos estos eventos acechaban a Perkins. Estaba desgarrado, deprimido y cansado de hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. En 1980, tras varias conversaciones, renunció a MAIN. Su salida fue tan silenciosa como fue posible. 

Tenía miedo de que la organización sintiera que este había perdido su apetito mercenario y viniera tanto por él como por su familia. Por primera vez, y tras años de manipulación económica, Perkins sentía miedo de las personas que lo había hecho rico y poderoso. Todo lo que quería era una vida tranquila lejos de todo eso. 

Así que juró no revelar nada sobre las operaciones de MAIN. Durante un tiempo, Perkins cumplió su palabra. Menos de un año después, recibió una oferta de MAIN para convertirse en perito. 

Le pidieron que pusiera su precio. Aceptó y se dedicó a obtener la aprobación de comisiones para la construcción de plantas eléctricas. Aunque no mantenía relaciones directas con Latinoamérica, Perkins se mantuvo siempre informado de lo que estaba sucediendo en la región. 1981-hoy en día Mueren dos presidentes En 1981, el presidente ecuatoriano Jaime Roldós, que estaba ofreciendo en su campaña evitar la instalación de una plataforma petrolera estadounidense, murió en un accidente aéreo. Fue un evento inesperado que dejó revuelto a su país. 

Poco después, el presidente Omar Torrijos (que había mantenido el control sobre el Canal de Panamá) sufrió la misma suerte. Perdió la vida en un misterioso accidente aéreo el 31 de julio de 1981. Perkins especuló que ambos accidentes habían sido obra de la CIA (y lo afirmaría en un libro sobre su vida que escribiría más adelante. El libro está dedicado a estos dos presidentes). 

Para esa época, Perkins decidió que no seguiría formando parte de esta situación. Se casó con su segunda esposa, Winifred, que era ambientalista en MAIN y cuyo padre era arquitecto. El padre de Winifred también se ocupaba de construir las ciudades estipuladas en el acuerdo con Arabia Saudita de 1974. Empresa de energía propia En 1982, Perkins creó su propia compañía, Independent Power Systems Inc. (IPS). 

La compañía se dedicaba a generar electricidad sin contaminar. Perkins había obtenido el financiamiento para montar su empresa gracias a ciertos contactos que había hecho a lo largo de su vida. Estos mismos contactos le ayudaron a que la compañía entrara al mercado de valores sin cumplir con ciertos requisitos gubernamentales. Ese mismo año nació su primera hija, Jessica. IPS no duró mucho. Perkins vendió la compañía al comenzar la crisis energética de 1989 en Estados Unidos. 

Durante esa misma época comenzó a escribir un recuento detallado de su trabajo en MAIN: sobre cómo se convirtió en un sicario económico y sobre los efectos de su sabotaje financiero en países del Tercer Mundo. Pero mantuvo este escrito en secreto durante años para resguardar a su familia. Además, había sido sobornado para que permaneciera en silencio. 

Durante años, Perkins siguió eventos que constituían secuelas de su trabajo en décadas anteriores: la invasión estadounidense a Panamá, el encarcelamiento del sucesor de Torrijos, Noriega y una misión fallida en Irak, que se convirtió en la Guerra del Golfo. Igualmente reflexiona sobre Venezuela, país en el cual no trabajó, pero si siguió durante años, como país que alcanzó gran riqueza gracias al petróleo. 

En su opinión, este país se salvó de una gran crisis, ya que Estados Unidos no podía enfrentarse a la vez con Irak y Venezuela, poniendo en riesgo el suministro petrolero. De no haber sido por Hussein, seguramente Estados Unidos ya habría intervenido en Venezuela. Perkins se concentró en ayudar a organizaciones sin fines de lucro y eventualmente creó una. 

Creía que no era tarde para aliviar el daño que había hecho en las décadas anteriores. Volvió a visitar Suramérica, escribió libros sobre sus pueblos indígenas y dio conferencias sobre la Nueva Era. Quería mitigar los resultados de su trabajo como sicario económico y crear así un mundo mejor para su hija. 

Perkins recibió una de las peores llamadas de alerta. Los ataques terroristas que hicieron colapsar al Centro Mundial de Comercio el 11 de septiembre de 2001 fueron como un catalizador para Perkins. Convencido de que esta masacre había sido el resultado de la manipulación económica de décadas anteriores, Perkins decidió que ya era hora de romper por completo con el pasado. 

Así que decidió publicar este libro en el que lo cuenta todo. Esta es su forma de depurarse ante el mundo y de reconocer sus errores pasados. Sin embargo, sabe que será difícil conseguir el perdón de los ciudadanos cuyos países fueron arruinados por Estados Unidos. Aunque es improbable que sea juzgado penalmente, Perkins es responsable de causar estragos en varios países en desarrollo y de sumir en la pobreza y el sufrimiento a millones de seres humanos.

martes, 19 de julio de 2022

La Guerra Fría en 7 minutos

 Que buena  explicación de la geopolitica mundial en un video corto, tienes que verlo, el socialismo estuvo a un paso de dominar el mundo, pero las garras del capitalismo lo impidieron






La Guerra Fría es el periodo entre el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y la caída de la Unión Soviética en 1991 que dividió al mundo en el bloque occidental capitalista, liderado por Estados Unidos, y el oriental comunista, encabezado por la URSS. Entre ambas superpotencias existía una tensión permanente, escalada por la carrera armamentista y el desarrollo de armas nucleares. Como temían destruirse, nunca llegaron a una guerra directa, pero sus enfrentamientos provocaron conflictos locales. 

Tanto Estados Unidos como la URSS intervinieron en la política interna de muchos países para reprimir a la disidencia, reforzar a sus aliados e impulsar golpes de Estado para expandir su influencia. Al mismo tiempo, se combatían a través de la propaganda ideológica y el espionaje a través de sus agencias de inteligencia, la CIA y la KGB.

La rivalidad de las dos superpotencias

La ruptura definitiva entre Estados Unidos y la URSS llegó en 1947. Entonces, resurgieron las desconfianzas que ya existían desde la Revolución rusa de 1917, cuando Estados Unidos apoyó a las fuerzas zaristas para expulsar a los bolcheviques del poder, y que se habían dejado de lado para luchar contra el nazismo. Europa estaba exhausta tras la Segunda Guerra Mundial, lo que generó un vacío de poder que aprovecharon Washington y Moscú, vencedores principales, para expandir su influencia y convertirse en las potencias económicas y militares hegemónicas.

Ante el temor de que las ideas socialistas y comunistas se extendieran en la Europa de posguerra, Estados Unidos presentó en 1947 el Plan Marshall, que pretendía apoyar la reconstrucción de Europa occidental para frenar a la URSS. Este plan se enmarcaba en la doctrina Truman, que determinó la política exterior del país durante la Guerra Fría. La doctrina Truman consideraba que el mundo estaba dividido en dos bloques irreconciliables, donde Estados Unidos defendía la democracia y la libertad frente a una URSS totalitaria y hostil a los valores occidentales, que suponía una amenaza a contener.

Esa estrategia estadounidense contrarrestó el crecimiento de los partidos comunistas en Europa occidental y estableció las bases de sus economías liberales. La respuesta soviética al Plan Marshall fue el Consejo de Ayuda Mutua Económica (Comecom), con el que buscaba promover la cooperación económica y comercial entre los nuevos países comunistas de Europa del Este.

Para la integración militar, el bloque occidental fundó en 1949 la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con el objetivo de protegerse de cualquier amenaza con medios políticos y militares. La URSS reaccionó en 1955 creando una alianza similar, el Pacto de Varsovia, y, como consecuencia, Europa acabó dividida en dos esferas de influencia separadas por el Telón de Acero, una frontera ideológica que llegó a materializarse en puntos como el Muro de Berlín. 

La Guerra Fría en el resto del mundo

La tensión aumentó con la crisis de Berlín en 1949 —que dividió Alemania en un país capitalista y otro comunista—, el final de la guerra civil china ese mismo año y el inicio de la guerra de Corea al siguiente. Además, la URSS probó con éxito su primera bomba atómica, lo que disuadió a Estados Unidos e instauró el temor a la destrucción mutua. Aunque hubo episodios de riesgo límite, como la crisis de los misiles en Cuba de 1962, se pudo evitar el enfrentamiento nuclear.

Sin embargo, las dos superpotencias se enfrentaron indirectamente en varios conflictos. Por un lado, en la guerra de Vietnam (1955-1975) se impusieron las fuerzas socialistas con el apoyo de la URSS, China y Cuba, dando un duro golpe a Estados Unidos. Por otro, en la guerra de Afganistán (1978-1992), los insurgentes islámicos fundamentalistas, los muyahidines, contaron con ayuda estadounidense para desgastar al régimen socialista y a los soviéticos hasta provocar su retirada.

Como respuesta a la tensión bipolar, India, Egipto, Indonesia y Yugoslavia impulsaron en 1961 el Movimiento de los Países No Alineados, que buscaba agrupar a los que no pertenecieran a ninguno de los dos bloques para asegurar su independencia de intereses extranjeros. El grupo sigue activo y actualmente representa a casi dos tercios de los miembros de la ONU, pero con la caída de la URSS perdió su sentido y, con ello, muchos apoyos.

La caída de la URSS trajo un cambio de época

La Guerra Fría terminó en 1991 con el fin de la URSS, que ya arrastraba décadas de dificultades. El inmovilismo político del presidente soviético Leonid Brézhnev le impidió responder con eficacia a la crisis del petróleo de 1973 y a las demandas políticas de finales de esa década. La pérdida de legitimidad interna, junto a la fallida intervención en Afganistán, erosionó el prestigio internacional de la URSS. Mientras, la Administración de Ronald Reagan reforzaba la capacidad militar de Estados Unidos.

Cuando el último presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, llegó al poder en 1985, impulsó una serie de reformas liberalizadoras y democratizadoras que desencadenaron una oleada de revoluciones independentistas y anticomunistas en países del bloque oriental, encabezadas por la caída del Muro de Berlín en 1989, y que se extendieron a la propia Rusia. Finalmente Gorbachov renunció a su cargo y la URSS se disolvió en diciembre de 1991, abriendo paso a una época de hegemonía estadounidense.